Heridas [Frederick Class]

Caminé hacia la enfermería, presionando un pañuelo contra la herida sangrantes de mi muñeca. Entré sin hacer ruido, y me pusé a buscar las vendas. No necesitaba que nadie me curara, podía cuidar de mi misma. Ví un frasco de pastillas de dormir, e involuntariamente una sonrisa se formó en mi cara.
Cójelas.
Me dijo la voz dentro de mi. Sacudí la cabeza, intentado alejar el pensamiento, de forma inútil. Estiré la mano y escuche el carraspeo de una garganta detrás de mi. me dí vuelta como acto reflejo, espantada.

Habia visto a una chica ingresar a la enfermería. Sabiendo que las enfermeras brillaban por su ausencia, la segui, dispuesto a prestar ayuda. Al parecer no me oyó.
Me quedé junto a la puerta, observandola un momento. Detecté el peligro cuando miró tentada un frasco de pastillas. Era hora de intervenir. Carraspeé para llamar su atención, y desviarla de las pastillas, claro.
Sonreí de manera agradable cuando me miró espantada.
- Parece que necesitas ayuda - comenté, señalando con un gesto de la cabeza la herida de su muñeca. ¿Había estado cortándose?

-No es nada, puedo hacerlo sola. Tan solo me vendo y ya- me cubrí la muñeca mientras seguía buscando las gasas. Esperé que hubiese sonado lo suficientemente cuerda como para que me creyera. Mierda, no estaban por ningún lado.

- Entendido - repuse, apoyandome contra el marco de la puerta. Esperé. Si insistía, tal vez fuera peor.
Sonreí divertido, viendo que no encontraba las gasas.

Dí una pequeña patada al suelo. El pañuelo estaba completamente ensangrentado y esas vendas no aparecían. Me volteé hacia el chico. -Por casualidad, ¿podrías ayudarme?- pregunté, con la voz dulce. Iba a estar años si pretendía hacerlo yo sola.

Asentí, y repasé mentalmente los lugares en los que la chica ya habia buscado. Eché un rápido vistazo a nuestro alrededor, y me dirigí a unos armarios que habia al fondo. Encontré un paquete de gasas detrás de un frasco de jarabe para la tos, dentro del tercer armario.
- Aquí hay - anuncié, regresando con ella. - ¿Cómo te llamas? - pregunté, mientras le tendía el paquete. Habia dicho que podía sola, bueno, no la iba a contradecir.

La tomé de su mano. -Erin- dije, mientras tiraba el pañuelo al cesto de basura. Abrí el paquete y lo dejé sobre la mesa, mientras le ponía un poco de alcohol para desinfectar a un algodón. Me lo pasé con suavidad sobre la herida de mi muñeca, pero eso no evitó que ardiera demasiado. Cerré los ojos cuando sentí la quemazón y el olor a alcohol puro penteró de golpe en mi nariz.

Asentí, y observé detenidamente sus movimientos. Personalmente, me agradaba el olor a alcohol, así como el de un fósforo recién apagado. Pero lo importante ahora era que a Erin parecía arderle la herida, naturalmente.
- Respira - le aconsejé, apoyando una mano en su espalda. -. Suelta el aire despacio, por la boca. - tal vez así le sería más facil resistir el dolor.

Sentí su mano en mi espalda. -Lo sé- estaba comenzando a sentirme mareada, pero planté los pies fuertemente en el piso y me apoyé en la mesa. ¿Como haces para que te deje de sangrar una jodida herida? N podía vendarme así como así, chorrearía sangre por los camino. Me dí vuelta hacia el.
-Por casualidad...¿sabes primeros auxilios?- pregunté, y cerré los ojos. Odiaba sentirme débil.

No dejaba de salirle sangre, y si perdía más, estariamos en un problema aún peor. Traté de recordar lo que sabía sobre hemorragias.
- Permiteme - dije, antes de cargarla en mis brazos rapidamente y llevarla a una camilla, depositandola alli suavemente. Busqué más gasas, y regresé junto a ella. Presione la vena principal, para que no pasara mas sangre, y limpié un poco la herida antes de aplicarle un vendaje compresivo. Rapidamente la gasa se llenó de sangre. No la quité, sino que seguí vendando la herida, apretandola. No imaginaba que sería tan grave..

Me recostó en la camilla, tenía aspecto pensativo, como si quisiera recordar algo. Me retorcí un poco cuando me apretó la vena, de seguro para frenar el flujo de la sangre. Me comenzó a vendar, y pude sentircomo la gasa se manchaban con sangre.
-¿Esta muy mal?- pregunté, con los ojos cerrados.

- Bastante - admití. Estaba molesto conmigo mismo. ¿Cómo no me ocupé del asunto desde un principio? Si hubiera reaccionado a tiempo, obviamente habría perdido mucha menos sangre. Terminé de vendar su muñeca, y me senté en el borde de la cama. Esperé, observando su rostro atentamente. - ¿Estás mejor? - dije al cabo de un rato de silencio. Tenia la esperanza de que mis torpes usos de primeros auxilios sirvieran de algo.