Imbécil (Jessica & Libre)

Imbécil.

Nunca creí que llegaría a la enfermería por haber sido yo el que golpeaba a otra persona. Pero así fue, el puñetazo que le propiné a aquel chico había impactado contra su aparato dental, y ahora tenía una pequeña fisura en la mano derecha. Lo dicho, un imbécil.
Me lo habían vendado algo precariamente, tan rápido cómo habían podido.
La enfermera me había dicho que esperara a la radiografía para "ver si había rotura interna". Que absurdo, podía mover la mano perfectamente. Demasiadas formalidades.

Me encontraba en el pasillo, sentado en una silla al lado de la puerta. Llevaba una chaqueta gris, una camiseta negra con finísimas líneas blancas horizontales y un vaquero negro desgastado. Unas botas negras completaban mi figura.
Apoyé la cabeza en la pared, esperando a la maldita enfermera.

Andava algo despistada, como siempre claro, eso no era una novedad, después de estar en el castigo con Lu me puse a andar por los pasillos, creo que el poro que me habia fumado aun le durava el efecto de felizidad finjida que deseaba, caminando por uno de los pasillos, no estoy segura de cual vi a el queridisimo gemelo de mi amadisima mejor amiga y sin mas me sente a su lado - Hola Damont - le dije con una tonta sonrisa en los labios, para despues colocarme un poco bien la falda roja que llevava y volverle a mirar

- Estupendo.

Es lo primero que logré decir ante la presencia de Jessica. De todos los internos, era la que más curiosidad despertaba en mí. Pero eso no significaba que me cayera bien. Suspiré y bajé la vista para observarla mejor. Era una pija del demonio, y no me gustaba esa clase de gente.

- ¿Qué es tan divertido? -señalé su sonrisa- Con esa cara cualquiera diría que te gusta estar aquí.

Me pusé seria de repente al notar su tono al hablarme y porque señalo mi sonrisa - Pues en estos momentos no me importa estaar en esta cárcel - dije y no pude evitar reir - Asta que se me pase el efecto de lo que acabo de fumarme y volvere a ser una amargada que odia este lugar - dije volviendo a sonreir, sin dejar de mirarle, o me lo parecia o ese chico siempre parecia estar cabreado?

Reí. La droga hacía que todo cambiara, y normalmente para bien. Hasta que la palmabas, claro. Entonces todo era negro. Sobretodo para la gente que lloraba por que te habías ido. Si quedaba alguien después.

- No pareces la típica porreta, niña. -volví la vista hacia la puerta, la enfermera seguía sin venir- ¿Quién te pasa la mercancía?

No estaba al tanto de quién traficaba allí. Yo no tenía pensado hacerlo otra vez, con algunas cosas con una única experiencia tenías suficiente. Esa era una de ellas.

Alzé una ceja - Y que se supone que parezco, que yo sepa estoy aqui como tú, y no por ser una niña buena precisamente - le dije, me habia cabreado un poco eso - Y de niña nada - me quejé, para luego soltar una risa tonta mientras le escuchava - Johnny Macarroni - le dije sin dejar de reir y le miré - El señorito John Morrison - le respondi ahora en serio, pero sin perder mi sonrisa

Uh, iba de gatita con uñas y dientes. Que típico. Bueno, seguía siendo una niña, no porque ella lo dijera iba a dejar de ser así. Tosí y me crucé de brazos, cuidando de no dañarme la mano herida.

- Una niña malcriada que habrá robado algo caro, por que sus padres no podían o no querían comprárselo, por ejemplo. -sonreí y volví a mirar la puerta. Nada.

Así que era ése. Ya lo suponía, pero no lo creía capaz, sinceramente. Aquel mequetrefe de tres al cuarto quería creérse el jefe del cotarro pues... bien por él, ¿qué iba a decir yo?

- Eso creo que lo hize a los diez años y mi padre no queria comprarmelo, o mas bien ni me habla por eso no me lo compraba y mi madre esta muerta desde que tengo cinco años asi que creo que no fui a pedirselo - dije frunciendo un poco el ceño sin dejar de mirarle, me daba rabia que se pensara que era la tipica niña pija que todo en su vida era perfecto - No me subestimes - dije alzando una ceja - Siempre puedo volver a pillar la que pille el dia que me detubieron y atropellarte como me paso con ese tío - dije ya mas seria, se me estaba pasando, era una pena la verdad... - Y se puede saber que haces tu aqui? - le pregunté ya que me fije que estabamos en la enfermeria

- No me das miedo, Jessica, siempre dices lo mismo. -reí, eso había sonado hasta peliculero- Además, -miré a mi alrededor- no veo coches por aquí, lo que hace complicado que me atropelles.

Una punzada de dolor recorrió mi mano lo que hizo que me lamentara. La puse de nuevo suavemente sobre mi rodilla y miré un segundo a la chica y sonreí. Tampoco quería buscarme nuevos enemigos, me iba a ganar la hostilidad de todos los internos, al paso que iba.

- Le golpeé en la cara a un palurdo. -señalé en dirección al fondo del pasillo- Él estuvo aquí antes que yo, creo que se lo han llevado al hospital. Y como no han demostrado que fuí yo, aquí estoy aquí en lugar de en la sala de castigos... ¿No es precioso?

- Que pena que no los hayan - dije ladeando un poco la cabeza mara mirar lo que parecia que escondia, aunque en realidad era su mano que despues dejo encima de su pierna, escuche lo que me contó, intentando pillarlo todo para poder responderle coherentemente, mirñe donde él cuando dijo lo del otro chico - Si, es precioso, la verdad creo que te admiro por saber librarte de las palizas, yo nunca puedo - dije encogiendome un poco de hombros

- No me admires... yo no puedo librarme siempre. -más de un moratón corroboraba eso.

Salió la enfermera, de una vez por todas, con la carpeta de la radiografía en la mano y me la mostró con una sonrisa. La cogí y ella se metió de nuevo dentro del cuartito. Sostuve la radiografía sobre mi cabeza para mirarla a través del fluorescente. Aquella zorra no se había molestado en decirme nada. La mano estaba bien, no había rotura.

- El personal de este jodido reformatorio es una mierda. -murmuré, levantándome de la silla- ¿Hacia donde ibas?

Como dice "libre", entro. Si hay algún problema, me dicen por MP y borro el post. :B

Bluebell era prácticamente arrastrada por un guardia grande y forzudo, que tenía más masa corporal que materia gris. Alguien hosco que se comportaba como si hubiera pasado toda su vida encerrado en una caverna en soledad.
-Quédate aquí y espera a que la enfermera te atienda- le ordenó autoritariamente, empujándola contra una de las sillas plásticas para que tomara asiento. Bells lo hizo de manera muy mecánica, y posó su mirada amarillenta en la pared blanca que tenía en frente.
El hombre se marchó cuando estuvo seguro de que la nueva interna le había obedecido y que no se movería de ahí, murmurando algo relacionado con un sandwich de jamón.
El estómago de Bluebell ronroneó. No era consciente desde hacía cuánto que no comía. Y tampoco sabía por qué la habían llevado ahí. Suponía que, ante su falta de cooperación con la psicóloga, deseaban que la enfermera la revisara, para ver si no tenía ninguna señal de intento de suicidio o algo por el estilo. Pero eran solo predicciones. Quizá sólo querían joderla un rato.

Otro cordero más al rebaño de heridos. Lo dicho, una mierda de personal. Hacían su trabajo por dinero, estaba claro que por amor al arte no era. En cierta manera los entendía, no era algo agradecido. De todas maneras, si la chica necesitaba ir a la enfermería, el guarda no ayudaba, casi la empotró contra la silla. Pude ver que era aquella chica... Blue, o Bullbel, o algo así había oído. No llevaba mucho allí, o eso o se escondía, porque la había visto contadas veces.

Una vez se hubo marchado aquel armario con patas, le dediqué una mirada de reconocimiento a la nueva inquilina del pasillo. La chica no estaba nada mal, nunca había tenido ocasión de fijarme. Había quedado justo en la silla enfrente de la mía. Decidí ir a sentarme a su lado, Jessica todavía estaba algo colocada, y seguramente ni se daría cuenta.

Recosté mi espalda sobre el respaldo de la silla y crucé las piernas. Sin mirarla, dije:

- Si estás herida, lo disimulas muy bien... ¿por qué te han llevado así hasta aquí? -me salió la vena simpática.