Hey, kitty. {Alexis D.D.}

Un paseo me vendría bien después de la charla con mi hermana. A veces también se ponía imposible, pero supongo que era la vena de los Damont. Me resigné, no me quedaba otra, quería demasiado a Lizzie, pero no podía evitar pensar que tal vez le dejaba demasiado margen.
Los jardines pintaban desiertos. Era fácil mantenerse en ellos, lo difícil era llegar. Había dos caminos, el legal y el ilegal.
El legal consistía en pedir una especie de permisos nocturnos, que eran limitados, y tediosos de conseguir. El ilegal era saltar por una ventana. Ilegal y peligroso, por varios motivos, entre ellos el suelo y las porras de los guardas, si te pillaban.
Una vez estabas en ellos, no se molestaban en vigilarte demasiado, pero como con todo, si te pescaban podías rezar. Las palizas eran indiscriminadas.

Por suerte, el factor guardas/caídas, ya había pasado para mí. Conocía sus horarios y los metros de la ventana al suelo, así que problema solventado. El tobillo roto una vez ya me valía de escarmiento. Por el canalón, siempre por el canalón, nunca más de un salto, había casi cinco metros.

Comencé a caminar, pensando en mis cosas y encendiendo uno de los cigarrillos que había conseguido. La noche pintaba bien, ni muy fría ni muy calurosa, perfecta.
Además, tendría compañía, una chica sentada en el césped jugando con lo que parecía un gato, se encontraba casi al límite de los jardines.
Caminé hacia ella, con la esperanza de poder desconectar de un mal día. Descubrí con asombro que estaba hablando. Sí sí, con el gato, o eso o hablaba sola. No sé cual de las dos maneras me descolocaba más.

- Mierda, lo último que necesito hoy es hablar con otra loca, el gato no te entiende, maldita sea. -dije, en un tono normal, algo molesto. Al acercarme más pude fijarme en que era aquella chica de la enfermería. Blus, Blew, o... joder, lo que sea- Ah, hola. -dí una calada al cigarrillo.

Mi herida. Casi lo había olvidado, todos las semanas llevaba algo vendado, enyesado, o con puntos, así que había omitido que la mano todavía estaba con las vendas que me habían puesto en la enfermería, aunque apenas me dolía ya.

- Dejémoslo en que sobreviviré. -miré al cielo, estaba hermoso- No puedo decir más sobre nuestro sistema sanitario tan particular. -el cigarrillo humeaba, dibujando formas curiosas en la noche.

Miré a la chica, analizándola. Era joven, más que yo, y además, lo parecía. Su complexión era inmáculada, pero a la vez sugería muchas cosas. Claro, no podía evitar pensar en ella como una chica, al menos de momento. Me parecía divertida su redonda cara blanquecina. Siempre me habían hecho gracia esas facciones en cualquier persona. Tenía unos labios muy atractivos, no pude evitar contemplarlos un rato.
Pero bah, joven e inexperta, mejor quitársela de la cabeza.

- ¿Sabes lo que pasará si te cogen con ese gato, no? -señalé el animal. ...Lue? Bulle? Mierda, su posible nombre aún me bailaba en la cabeza- ¿Joder, cómo coño te llamas? -dije, molesto conmigo mismo, odiaba eso de que no salieran las palabras.

Parecía absorta con el animal. Lo que no sabía sería el lío en que se metería si en una de las inspecciones aleatorias encontraban ese gato. Reí ligeramente cuando la escuché.
Mirándola bien, no le debía importar, por lo que no hice ningún comentario más al respecto, simplemente me limité a tirar otra calada al cigarrillo. Fumaba por placer, no por adicción, me alegraba de ello.

- Pues te llamaré gatita, ¿te parece? -sabía que no le iba a gustar, pero me había dejado la libertad. Además, no era por nada en especial, se me había ocurrido al ver al gato, hice una asociación- Gatita. -repetí, con decisión, cómo satisfecho.

La noche pintaba bien, sí, pero en otra mirada dirigida hacia el cielo pude ver cómo las nubes se aglomeraban. Si empezaba a llover y me mojaba, los guardas sabrían que había salido. De todos modos, la lluvia no parecía inminente, por lo que bajé la vista de nuevo, posándola en la chica que ahora compartía la noche conmigo. Seguía jugando con el gato.

- ¿Porqué estás aquí? -pregunté, indiferente. Era la pregunta estándar, y ciertamente me intrigaba, no parecía una psicópata, ni nada.

Gatita. Pareció un nombre que una prostituta utilizaría, o que un hombre usaría para referirse a alguien que le pone cachondo, o que te pondrías para ingresar a una sala de chat sexual. Obviamente no era de su agrado, pero le había dicho que podía llamarle como le apeteciera, y no iba a retractarse. Al menos no era "zorrita".
-Está bien, chimenea- dijo, sin permitir que hubiera ningún rastro de molestia en su voz, soltando el primer apodo que se le ocurrió después de verlo soltar humo. Era poco original, pero servía.

El gato abandonó las piernas estiradas de Bell y avanzó hasta las de Chimenea, rozándolas con su cola mientras caminaba a su alrededor. Aparentemente, era su manera de decidir si alguien le caía bien y mal. Se recostó a su lado, lo que no era mala señal. Obviamente, Bluebell siguió todos los movimientos del animal con la mirada, como si fuera la cosa más interesante del universo.
Sabía que esa pregunta llegaría. Era como si tuvieran un orden de cuestionamientos obligatorios: "¿cómo te llamas?", "¿por qué estás aquí?", "¿cuánto tiempo te quedas?". Siempre lo mismo. Y siempre Bell evadía todo, por supuesto, aunque nunca utilizando la misma respuesta. Pero, como la cosa continuara así de monótona, al final acabaría por repetirlas. Veremos hasta dónde llega su ingenio.
-Porque los guardias me compraron como bolsa de box- explicó, con la serenidad que la caracterizaba; claramente estaba bromeando, aunque en realidad, no era del todo falso. De todas maneras, estaba evadiendo la pregunta... qué sorpresa. Ahora, era tiempo de centrar la conversación en su interlocutor, como solía hacer, aunque verdaderamente sentía algo de curiosidad. -¿Y qué hay de ti?- cuestionó, alzando la cabeza para mirarle.

Off: Avísame cuando te aburra.

Chimenea. Tampoco hice comentarios al respecto. Dejémoslo en que me pareció tan absurdo y extraño que me gustó. Reí para mis adentros al escuchar el mote, y para hacer la broma, apunté con los labios al cielo, expulsando una columna de humo que pronto se perdió en la inmensidad nocturna.
Sentí una punzada de dolor en la mano, por algún motivo. Había sido una especie de "Estoy aquí". Lo ignoré y una vez más volví a mirar a la Gatita que me había encontrado perdida por el jardín.

De pronto, el otro gato, el de verdad, empezó a bailar entre mis piernas hasta que finalmente se recostó en ellas. No le dí tampoco importancia, mientras no me sobara más de la cuenta.

- Ja Ja -dije, sarcástico- Muy graciosa. Si no quieres decírmelo no me lo digas... ahórrate las bobadas. -dije, tomando otra calada- ¿Yo? -reí levemente- Casi me alegro de que no sepas quien soy... yo prácticamente ya vivo aquí.

Me dí cuenta de que yo tampoco había respondido.

Analítica, fría. Me gusta esa clase de personas. Salvo cuando intentan hacerse las graciosas, como antes. El cigarro se terminó antes de lo que pensaba, y lo lancé por encima del muro, dejando un pequeño rastro humeante.
Recordé con una sonrisa mi mote y la miré, abriendo las manos.

- ¿He dejado de ser Chimenea ahora...? -me había dado cuenta del porqué del apodo, había sido asignado de la misma manera que el suyo, que curioso- Sí, mayor de edad soy, en eso no te equivocas... eres muy observadora, ¿lo sabías?

Rebusqué en mi bolsillo otro cigarro, para volver a ganarme el mote. No tenía más, sólo encontré el mechero dentro del ajado paquete. Hice una bola con el envoltorio, guardando el mechero, e intenté encestar en una de las papeleras, sin éxito. El gato parecía haberse dormido en mis pies, lo contemplé con indiferencia y me volví ante su pregunta.

- No, no, ya te digo, mientras no se pase de cariñoso.

Había de responder, de otro modo, algo me decía que esa pregunta me martillearía a base de bien. Todas las veces que no lo había hecho ya, claro.
Infinidad de nuevos internos, en cuánto oían que era el hermano de Lizzie, corrían a conocerme, cómo si fuera una jodida atracción de circo. Basta, quería mi puto espacio vital, y mi hermanita a veces, inconscientemente, hacía que desapareciera.
La ventaja es que ella aún no sabía mi nombre.

- La gravedad es un punto de vista. -sonreí.

Terminé por sentarme a su lado, me habían resultado cómicas sus palabras, con el tema que nos traía. Además, me había levantado juguetón esa mañana, por algún motivo. Todo lo juguetón que yo me permitía ser a mí mismo. No era Janis, no era Lizzie... podía jugar tranquilo, sin miedo.
Me tumbé sobre sus piernas, mirándola desde abajo.

- Entiendo, entiendo... -susurré.

Con aquello pretendía jugar. Jugar al juego que me estaba prohibido durante las 24 h, del que a duras penas lograba escapar. Indefinido o no, con nombre o sin nombre, ese juego era mi preferido.

Off: o.oU Digamos que la cosa no cambió mucho, pero bueh. xD

Frunció el ceño cuando se sentó a su lado. La compañía del muchacho, estando él parado a un metro de distancia y ella sobre el césped, no era mala, pero se transformó en incómoda cuando atravesó la burbuja invisible que Bluebell interponía entre ella y los hombres. Beep, beep, beep. Error. Error. Error, eso parecía gritarle su cerebro ante la proximidad.
Y qué decir de cuando se recostó sobre sus piernas... Aunque no duró mucho tiempo, porque Bell flexionó las rodillas, movimiento que provocó que la espalda de Chimenea se irguiera. Se puso de pie como si él tuviera una enfermedad contagiosa, y luego caminó rápidamente hasta el gato negro, ocupando la posición que el muchacho ocupaba antes de cometer la grandísima estupidez de aproximársele así.
Desde allí le miró fijamente, volviendo a fruncir el ceño. No necesitaba decir absolutamente nada. Ese gesto expresaba la confusión, el asco, el odio, la decepción que sentía.
Por primera vez, se había comportado de manera más o menos normal con una persona del sexo masculino, dejándose llevar por la voz en su cabeza que le decía que él valdría la pena... Pero era como todos. Todos, inevitablemente, intentan acabar en tus piernas.

- No me mires así. -sonreí- No eres mi tipo, deja de esa cara de alarma, no voy a violarte.

Me había asustado un tanto de mí mismo de causar esa reacción en la chica. De todos modos, yo ya sabía cuales eran mis intenciones, pasar un rato agradable con alguien. Es verdad que con mis movimientos y miradas podía indicar cualquier otra cosa, pero nada más lejos.
Me incorporé con la misma sonrisa, levantando las palmas de las manos hacia ella, tratando de tranquilizarla.

Tampoco pensé que me hubiera pasado tanto cómo para que se levantara asustada. Intenté relajar la situación, de modo que me alejé de ella, para dejarle su espacio.

- Perdona. -no acostumbraba a pedir perdón a nadie, pero es que si no lo hacía me quedaría sólo esa noche. Simplemente no quería.- No era mi intención asustarte. Pero intentaré ganarme tu confianza, gatita. -concluí con una sonrisa amable.

- La misma confianza que tengo en mí mismo me hizo creer eso. -sonreí, con las manos a la espalda. Ahora más lejos, sin invadir su espacio.

Advertí que no, que no iba por buen camino. Me quedé en el sitio, de pie, dándole a entender que había terminado con los juegos extraños, de contacto entre desconocidos.
Entonces me senté con las piernas cruzadas, invitándola con el ademán de una mano a sentarse ante mí, todo lo cerca o lejos que ella quisiera. La licencia que me había tomado colocándome sobre su regazo ahora la sustituía por su libertad de elegir.

- Aunque claro, solicito cierta ayuda de tu parte, si te parezco digno de poseer esa confianza. -le dije, mirándola desde abajo y con esa sonrisa que se mantenía en mi rostro.

Había algo en Bluebell que me inspiraba curiosidad. De esas personas que hay que pararse a hablar con ellas por el simple motivo que irradian un aura de interés.

El gato, ya harto de caricias, se zafó de entre sus manos y corrió ágilmente hacia el árbol en donde antes estaba, para treparlo con habilidad. Bluebell se quedó observando las hojas del mismo un momento, que se movían al compás del viento de aquella noche, al igual que lo hacía su cabello.

Notó el ademán que Chimenea le hizo, pero lo ignoró completamente. Estaba cómoda allí, lejos. Tampoco respondió a su último comentario. No se veía obligada a decir absolutamente nada, ya que no era una pregunta. Además, su falta de cooperación ya demostraba que no le tenía confianza, y que probablemente no se la iba a tener. No comprendía por qué mierda de repente intentaba caerle bien, o algo así, cuando antes parecía empeñado en molestarla un poco, en divertirse con ella. Es como si hubiera cambiado de personalidad o algo por el estilo. O quizá pensaba que comportándose más amable podría obtener algo de Bluebell... lo que aún no comprendía es qué es lo que pretendía.
-Es como si alguien te hubiera cambiado de chip- comentó de repente, observando a la nada, después de un rato de silencio, en el cual sólo se oyeron los ruidos de la noche.

(OFF: Supongo que no sé comportarme como Daniel de nuevo. Mucho tiempo sin hacerlo, creo xD)

Seguí con la mirada al escapista gato y me quedé observando, igual que la chica que cada vez empezaba a suscitarme más dudas. No lograba que me viera cómo alguien cordial. Tal vez había oído hablar de mí, pero me había dicho que no me conocía. ¿Mintió? No lo creo.

- Bien, bien. No vengas pues. -miré hacia otro lado, pensando- Hagámoslo así, si quieres: ¿Qué tengo que hacer para que confies en mí? Al menos ésta noche, después puedes olvidarme y listo.

Tenía razón, demasiado rápido había cambiado mis intereses, que por sinceros que fueran, no lo parecían. Realmente no sabía que hacer, me costaba mostrarme cordial, hacía tiempo que no lo era con nadie. De hecho, me sorprendí a mí mismo de serlo tanto con una desconocida.
Sin embargo, no cejé en el intento. Cómo ya he dicho, quería pasármelo bien esa noche, quién sabe, a lo mejor encontraba una nueva amistad en esa chica tan extraña.

{A mí también me cuesta un poco interpretar a Bluebell. xD Se supone que debería ser más extraña. Ahora está como normalita. u.ú Supongo que después de algunos posts nos meteremos más en la piel de los personajes}.

Flexionó sus rodillas y se las llevó hacia el pecho, para luego rodearlas con ambos brazos, en un intento de darse calor. Sentía algo de cansancio, pero sabía que, aunque fuera a acostarse, no podría dormir. Estúpido insomnio. Quizá hubiera sido mejor tomarse las pastillas esas que te dejan roncando como un oso, pero la verdad es que no confiaba mucho en las enfermeras. No confiaba mucho en nadie que trabajara allí, en realidad.

Por privera vez en varios minutos, su mirada se posó sobre la de su acompañante. O bueno, al menos sobre su rostro, ya que lo único que podía ver de él eran algunas partes de su silueta, alumbrada por la luna. Parecía extremadamente empeñado en conseguir su confianza, pero aparentemente no comprendía que así no iba a obtenerla nunca. La confianza no es un regalo o algo que se entrega así como así, es algo que se gana con el tiempo.
-Quizá la tengas cuando dejes de pedírmela, cuando dejes esforzarte tanto por que te la otorgue- murmuró, sin dejar de mirarle desde su posición, bastante alejada de la de él. -No entiendo para qué la quieres- agregó después, casi pensando en voz alta.

Buena cuestión. Yo tampoco lo entendía del todo, pero no dejaba de insistir, por llamarlo de algún modo, aunque ya dejaría de hacerlo para hacer lo que decía ella. Le respondí, sin embargo, meter algún comentario entre los silencios ayudaba a romper el hielo casi siempre.

- No lo sé. Supongo que por tus ojos, son absorbentes. -reí- En el mejor sentido de la palabra, entiéndeme.

Vaya. Tal vez con ese "cumplido" lo había torcido más. Daba igual, ya estaba hecho. Al sentarse así, pareció mucho más pequeña de lo que ya era. Había hablado de sus ojos porque justamente habían ido a parar a mi cara. Tenían algo raro. Llamaban.
El frío mordía el ambiente, aunque no de manera cruel, sino suavemente. Ese frío que hace que quieras estar abrigado en invierno. Un frío que estaba en ella, "Gatita". Vaya un nombre estúpido que le había puesto. Me dí cuenta de que quería saber el verdadero, pero no dije nada.

Frío que emanaba profusamente y me impedía acercarme, cómo si de un intruso se tratara.

Pestañeó un par de veces con ingenuidad, demostrando el desconcierto que le generó su respuesta. ¿Sus ojos? ¿"Absorbentes"? ¿Y eso qué tenía que ver con todo el asunto de la confianza?
Quitó rápidamete su mirada de él, poco dispuesta a recibir más "halagos" de ese tipo. ¿Había sido sarcástico? ¿O realmente eran palabras sinceras? Bluebell no podía decirlo con seguridad.

En un acto inconsciente, comenzó a balancear su torso hacia atrás, y luego hacia adelante, alejándose y volviéndose a acercar a sus piernas flexionadas. Sus ojos ahora se habían fijado en la lejanía, oscura como boca de lobo. Poco a poco se fueron adecuando a la noche, y comenzó a reconocer distintas siluetas de árboles en la distancia. Pese al frío, se sentía cómoda allí. Sabía que no era libre, pero entre la naturaleza, podía pretender que lo era. Al menos se sentía más libre que cuando estaba encerrada en ese habitación de dos por dos.
Su mente volvió a sobrevolar lo de la confianza. Entregarla significaba... ¿bajar su guardia, sus paredes? Era fácil hacerlo, muy fácil. Dar cariño para recibirlo. Pero sólo con algunas personas... Con Chimenea, era como si sus muros estuviesen atascados en lo alto y no pudiesen bajar.
-Tengo una duda- dijo de repente, rompiendo el silencio que ella misma había vuelto a crear. -¿Qué supondría entregarte mi confianza? Es decir... ¿qué se supone que hace alguien cuando le tiene confianza otro alguien?

Ciertamente, corroboré que mis palabras estaban fuera de lugar. De todos modos, no lo dije por decir, sus ojos tenían algo que llamaba a quedarselos mirando cómo quien mira interesado una película esperando que pase algo. Y ocurría, a cada segundo. Era una mirada cambiante, inhóspita. Aunque no sabía cómo hacerle llegar mis pensamiento sin decírselo directamente. Pero llegados a esa altura preferí quedarme callado con respecto a eso.

- Así, de pronto... -quedé pensativo- Podría decirte mi nombre, por ejemplo. Porque confiaría en tí, y en que no pasaría nada si lo hiciera. -una bobada, sólo conocería quien soy- Por otro lado, podrías no creer que es mi nombre, y de ese modo, no confiar en mí.

Ciertamente, yo, viéndome desde fuera y si no me conociera, no confiaría en mi. Eso intentaba cambiar por esa noche, volverme alguien susceptible de ser tomado en cuenta. Además, realmente quería ganarme su confianza para poder hablar con ella a otro nivel, sin ningun miedo. Me sentía incómodo al ver que ella me miraba con recelo. Maldita sea, no era tan mala persona... si no quería.

Escuchó sus palabras con atención, aunque pareciera estar en otro mundo. Sus ojos, como siempre, se habían fijado en un punto lejano, y su cuerpo continuaba balancéandose de manera lenta. Ciertamente, era extraño que mantuviera una conversación tan coherente con alguien, que estuviera tan centrada en la misma. Por lo general, su mente solía perderse en algún lugar remoto, y se perdía trozos de las charlas, pero las palabras de Chimanea alcanzaban sus oídos, y su cabeza estaba allí, en ese momento, no en otros palentas. Chimenea... ahora que decía lo del nombre, sería bueno reemplzarar ese mote por algo mejor.

Dejó de moverse repentinamente, y acto seguido abrazó con más fuerza sus piernas, envolviéndolas con ambos brazos.
-Creo que... va más allá de eso- dilucidó, apoyando su cabeza entre las rodillas juntas. -Pero aceptaré tu nombre si quieres dármelo-